¿FUIMOS FEMINISTAS?

Mujeres decididas. Mujeres solventes, independientes. El “we can do it” que nos muestra a una pin up de brazo firme, símbolo de potencia femenina y de “igualdad”.

Desde hace tiempo, somos testigos de un relato que cae en el estereotipo de la mujer fuerte a través de ideas e imágenes que no son más que una confusión simbólica. Un relato que nos llega con cierta trampa, la ilusión de liberación de la mujer y del poder feminista.

Yo misma crecí bajo esa ilusión. Mi madre, de carácter firme y autónoma, fue mi referente de que lo femenino no debía ser algo débil ni sometido. Sin embargo, noté que mi interpretación de ella como feminista, estaba errada. Algo no era consistente con el feminismo entendido como aquello que no tiende al poder.

Mi madre me comenta “Tuve que acentuar esta forma de ser por sobrevivencia. Sin ser así de enérgica, sin demostrar lo que podía con fuerza, me hundía. Estamos obligadas a demostrar en los mismos términos que los hombres. Y eso, no es igualdad”.

El ejemplo de mi madre, es el ejemplo de muchas. Mujeres adoptando lógicas masculinas en sus modos de operar. A ello, lo denomino ginopatriarcado. El patriarcado ejercido por la mujer.

El orden patriarcal establece, según Rita Segato, un mandato de masculinidad basado en la exhibición del poder. El espectáculo de la propia potencia debe existir para mantenerse y confirmarse ante otros, y así, obtener su validación.

Hoy, este mandato aplica tanto a hombres como a mujeres, y éstas han debido probar su valor y autonomía mostrando también su propia potencia. El modo, ha sido la imitación inconsciente de la lógica patriarcal, “la comparación con el diferente a través de la reproducción de la figura del otro y la identificación obsesiva con ella” como plantea Luigi Zoja.

Esta imitación no es una apropiación en sí de la mujer sobre ese modelo, sino el resultado de la híper colonización del patriarcado sobre la mujer. La forma de reponerse ante su situación inferiorizada, ha sido justamente este acto de réplica del orden patriarcal en su comportamiento.

Pero la profundización del mandato de masculinidad en la mujer moderna como estrategia de dominación del patriarcado, podría paradójicamente, estar provocando su debilitamiento.

La naturaleza inconsciente del ginopatriarcado, paulatina y progresivamente, ha comenzado a presionar al patriarcado como sistema, de modo que la reproducción de una lógica (masculina) desde un lugar al que no le resulta natural (la mujer), tarde o temprano puede generar una ruptura de esa lógica por saturación.

La mujer moderna que ha ejercido poco a poco su libertad replicando el modelo masculino no ha sido realmente libre, sin embargo, esta imitación inconsciente fue necesaria en las últimas décadas, sino inevitable, precisamente para poder trascender su dominación histórica desde su psicología y así avanzar hacia una nueva definición de rol de la mujer, donde el feminismo tiene la oportunidad de llegar a destino.

Romper el patrón, asumiéndolo, suena algo sinsentido y riesgoso, sobre todo considerando que el ginopatriarcado es un arma de doble filo para la mujer no sólo por su naturaleza inconsciente, sino también por la idea a veces ridícula de mujeres “empoderadas” desde lo masculino, o peor aún, a través de facciones feministas que tienden a tomar el poder con un discurso autoritario y excluyente, el feminismo radical, como principal enemigo de este delicado proceso de ruptura, que demanda abrir los ojos quebrando al ginopatriarcado como trampa de conducta.

El feminismo genuino no busca ser otro mandato, no desea imponer una lógica propia, no necesita apropiarse de algo (como la caricatura de la feminazi), ya que esa seguiría siendo una lógica patriarcal.

Reconocer nuestro condicionamiento ginopatriarcal es necesario como antesala de un “feminismo que busca la colaboración y horizontalidad, la pluralidad absoluta. La politicidad de la mujer es un soltar, no un prohibir” como nos explica Rita Segato.

Por ello es muy importante este momento histórico y rasgar el velo del ginopatriarcado, donde las mujeres sean responsables no sólo de liberarse a sí mismas del orden patriarcal sino también a los hombres, ya que según Segato “somos las mujeres las que estamos auxiliando a los hombres para percibir cuánto daño les hace el mandato de masculinidad y cuánto les puede interesar a ellos construir nuevos modelos de masculinidad”.

Nuevos modelos. Ese es el desafío.

El feminismo no es la supremacía de lo femenino sobre lo masculino, es la práctica del arraigo, del tejido social, de los vínculos y del dejar ser, trastocando el núcleo de la reproducción del poder, que es lo que realmente fortalece a las sociedades.

Llegar a una sociedad de igualdad sustantiva entre el hombre y la mujer, para muchos es una utopía.

Para mí, una realidad bastante posible, ya que mi ilusión de haber crecido en un hogar feminista, algo de cierto tenía.

Porque al preguntarle a mi padre qué es para él el feminismo, reflexiona y me responde con sólo una palabra, precisa y generosa.

“Respeto”, me respondió.

No pudo ser más feminista.

Ximena Burgos Sánchez.-

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Columna escrita para Radio Cooperativa publicada el 20 de diciembre de 2019.

https://opinion.cooperativa.cl/opinion/politica/fuimos-feministas/2019-12-20/092320.html

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