«Amanece en el desierto de Utah.
‘El portal ha sido ubicado, y resplandece con los rayos del sol. Es cosa de tiempo para que sea hallado…’ pensaron los Seres.
Desde el cielo observaban el primer umbral que sería descubierto por el mundo. Luego en Rumania, California, Colombia; poco a poco con el cambio de Era, la humanidad comenzaría a descifrar el Gran Misterio.
Su origen y destino…”
La aparición de una curiosa estructura metálica hace algunas semanas en Utah, Estados Unidos, ha generado una profunda incógnita en el mundo. Diversas son las hipótesis que la explican y la imaginación de los cibernautas ha sido tan prolífica, que Asimov, Benítez o Spielberg quedarían asombrados ante tanta teoría.
Una novela de ciencia ficción o película sin duda podrían inspirarse en este hecho, tan cautivante, que hasta el más escéptico ha seguido con una sonrisa oculta.
Desde un arma alienígena, un dispositivo de la NASA o mera publicidad, el llamado «monolito» no ha dejado indiferente a nadie, menos en un año que ha sido el más complejo en décadas para todas las naciones por la pandemia mundial.
“Algo tiene que significar” pensaron muchos, con un cosquilleo en el estómago de sólo pensar en lo desconocido.
La teoría más plausible es la que atribuye el monolito de Utah al artista John McCracken, escultor minimalista estadounidense muy aficionado a la ciencia ficción.
Uno de sus hijos relata que él le comentó un especial proyecto antes de morir en 2011: diseñar objetos que parecieran ser dejados por extraterrestres y esparcirlos por todo el mundo.
Es que McCracken creía en seres extraterrestres avanzados que han visitado la Tierra durante mucho tiempo, cuyo propósito sería ayudar a la humanidad a superar este momento de nuestra evolución en que el conflicto y el ego nos domina.
Pero la incógnita sigue en pie, ya que su hijo cree que alguien se inspiró en su obra e ideas para crear el monolito, pero no necesariamente que sea de él. También sus curadores tienen visiones disímiles; uno piensa que sin duda es obra suya y otra lo niega tajantemente. Otros artistas minimalistas que conocieron al escultor no respaldan la hipótesis ya que este monolito es muy desprolijo para ser de su autoría.
Si fue McCracken, no compartió su intervención con nadie y sería un secreto llevado a la tumba.
Por otra parte, el colectivo de artistas “The most famous artists” se atribuyó la autoría del monolito y a través de su cuenta de Instagram publicó imágenes del supuesto proceso de creación y mucho más: la posibilidad de comprarlos a pedido, por la módica suma de 45 mil dólares.
Así, el monolito y su fama han sido manoseados por el mercado que no demoró ni un segundo en sacar una tajada del misterio: ya hay una dulcería en Pittsburgh que montó su propio monolito en la calle para atraer a clientes y la marca de automóviles Jeep aprovechó el auge y creó una campaña con el mensaje “El nuevo Jeep recargable® Wrangler 4 que estará fuera de este mundo” con el monolito de fondo.
Los buitres, como siempre, vuelan sobre el desierto.
Un día, el monolito de Utah desapareció sin más. Las especulaciones fueron creciendo y quienes seguían la historia quedaron en una pieza, tal como el monolito.
Tristemente para sus seguidores, luego se supo que un grupo de ambientalistas decidió retirarlo para proteger el entorno que ya estaba siendo invadido por decenas de personas que deseaban contactar con la estructura.
Pero esa desaparición, forzada, no terminó con el misterio. Más monolitos comenzaron a aparecer después del original de Utah.
En Rumania fue encontrado un segundo monolito que tenía grabado en sus tres caras un patrón cíclico sin sentido aparente, el cual también desapareció. Luego California y Colombia han sido los siguientes escenarios de lo que se cree son réplicas caseras para fomentar la ola de misterio.
¿Serán reales?
En un tiempo carente de creencias profundas donde la sociedad de consumo y la cultura de lo desechable han convertido al ser humano en un sujeto apático, frívolo y tributario de la utopía light, cualquier evento que lo invite a la evasión de su existencia en crisis, con un halo trascendente y la visión mística que ha perdido, es tomado como brújula ante la falta de guía.
Los tiempos hipermodernos, en un año de pandemia y crisis económica mundial, han profundizado la fragilidad del Yo que había hecho de sí la deidad a venerar.
Sometidos al virus y al encierro, la propia insignificancia y pulsión de muerte enfrentaron a muchos a cuestionamientos y reflexiones nunca antes deseadas.
No es nueva la fascinación por objetos misteriosos que terminan transformados en fetiches, pero no deja de sorprender que hasta los más racionales se dejen seducir por la idea de un objeto de origen ignoto y sentido trascendental.
Las religiones, al menos en Occidente, agonizan como fuentes de soporte espiritual y han sido reemplazadas por el culto a la personalidad, basado en las apariencias, el exitismo y la competitividad, dejando un vacío mucho más intenso en el alma posmoderna.
Que un monolito, o más bien un monometallum, sea fuente de revuelo mediático y resucite ideas del new age, sólo nos confirma lo desolados y desorientados que nos sentimos, tal como los primates del inicio de “2001: Odisea en el Espacio” de Stanley Kubrick.
Es inevitable reconocer la extrema similitud del monolito de Utah, con su entorno desértico y presencia críptica, con la escena de la aparición de un monolito casi idéntico ante un grupo de primates, en lo que se describe en la película como los albores de la humanidad.
En la escena, los desconcertados primates tímidamente se acercan a una estructura de metal que aparece de súbito, una especie de puerta erguida hacia lo alto y que, de algún modo, les gatilla un arrebato existencial que poco a poco desencadena en ellos un salto evolutivo en su comprensión del medio y el surgimiento de la técnica.
El tránsito de primates a humanos, por un monolito misterioso, mediante.
En el inicio de la película, se desconoce el origen de la estructura tal como se desconoce el de los monolitos recientes. Y como en el film, nos hemos comportado como aquellos primates, curiosos, temerosos y extasiados ante un evento sin explicación y que especulamos signifique “algo”.
Ese “algo”, no es más que la eterna búsqueda de nuestro origen y destino, aquella noción de lo que ignoramos de nuestra propia naturaleza, cual eslabón perdido, y que es fuente de las preguntas filosóficas más fundamentales y de la evasión más burda de la hipermodernidad.
Con todo, existen dos alternativas de respuesta, una de carácter material, racional, y otra de tinte inmaterial, subjetivo.
La primera, probablemente se devele en un tiempo más como intervención artística, propaganda, experimento social, o bien quede en el olvido como el monolito mismo.
La segunda es la interesante. Cómo cada uno de nosotros responde ese “algo debe significar…”
Hoy, curiosamente es 21 de diciembre de 2020, el comienzo de lo que algunos llaman la “Era de Acuario”. Se abre el portal a la Quinta Dimensión, cuya energía dará paso a un nuevo estado de consciencia.
Progresivamente, según los entendidos en estas artes, dejaremos atrás la Tercera Dimensión y sus características, el miedo, la carencia, el individualismo, la violencia, el caos, es decir, las vibraciones bajas o el bajo astral.
Al ingresar a la Quinta Dimensión, daremos paso hacia una vibración positiva, basada en el despertar de la consciencia lógica y con una visión de la vida más espiritual y abstracta, cuyo énfasis será la inteligencia emocional y la razón científica, propias del signo Acuario (sí acuarianos, créanse lo máximo, tienen permiso).
Cada uno de nosotros comenzará un viaje interior para crecer hacia lo colectivo; todo lo relacionado a la creatividad, igualdad, cooperación y sentido de unión implicará una evolución energética substancial para toda la humanidad.
Bellísimo suena. Lástima que deberán pasar más de 2.000 años para ver cristalizada la Nueva Era.
Pues bien, quién sabe si estos monolitos sean los portales que gatillen nuestra transición, tal como el monolito de Odisea en el Espacio.
El caos ya está desatado.
Los acontecimientos astronómicos –para otros astrológicos–, como los eclipses recientes, la Gran Conjunción de hoy entre Júpiter y Saturno llamada “La estrella de Belén” (que después de siglos será visible), la llegada de la Era de Acuario con el solsticio, más la pandemia mundial, el cambio climático y ahora los monolitos misteriosos; vaya, parece que no quedaría más que entregarse como aquellos primates al designio oculto de un poder superior, y evolucionar.
Lo que sí es un hecho es que asistimos a un cambio de era desde hace tiempo y más vale adaptarnos a través de la flexibilidad, aceptación y fluir con el cambio. Valorar lo que tenemos, vivir el presente y evitar especular.
La gratitud siempre ha sido la mejor respuesta ante la incertidumbre, y si vamos a optar por un fetiche, que sea el de la liberación de aquello que nos hace sentir mal; nuestros pensamientos negativos, la ansiedad, la baja autoestima, las personas que nos resulten tóxicas, la visión carente de la vida.
El portal más genuino, es el del Yo en gratitud y humildad.
Esa, es la verdadera odisea.
Ximena Burgos Sánchez.-