LA FORMA DEL AGUA. La lección de sentir

“Incapaz de percibir tu forma, te encuentro a mi alrededor. Tu presencia llena mis ojos con tu amor. Y doblega mi corazón, porque estás en todas partes…”

Nominada a decenas de premios alrededor del mundo (Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz, Mejores Actores de Reparto, entre otros) La Forma del Agua es una invitación a dejar el cinismo a la hora de reconocer nuestros sentimientos. Y sobre todo a comprender que, si hemos de entregar algo, no es nuestro corazón al otro, sino nuestra voluntad de simplemente, sentirlo.

Guillermo del Toro gusta de la creación de mundos paralelos o más bien, de la yuxtaposición de realidades que nos fuercen a reconocer la gracia y dolor de nuestras vidas. En esta película, nos cuenta en metáfora un argumento ya conocido –el amor imposible a causa de aquellas diferencias que la sociedad establece; clase social, religión, raza, sexo– utilizando en esta ocasión una diferencia a primeras luces insuperable, la de la biología. Aquí nos presenta a un nuevo Romeo, un ser desconocido capturado desde la amazonía con fines de experimentación (Doug Jones), y a una nueva Julieta (Elisa, interpretada por Sally Hawkins), una silente aseadora del laboratorio en el que la tortura de este ser en manos de un agente maldito, es la sentencia fatal para este amor.

A primera vista, es fácil perderse en la verdadera tensión de esta película. Y para llegar a ella, el personaje de Zelda (Octavia Spencer) es clave. Las historias triviales que cuenta a Elisa sobre su matrimonio a lo largo del film pasan inadvertidas pero son fundamentales. Muestran nuestra ingenuidad al momento de establecer lo que creemos es una relación de pareja. O nuestro miedo a no estar en una. Ella, con todo su carácter, con toda su personalidad y convicción, y sobre todo, con una capacidad de la que Elisa carece (…) es el ejemplo de nuestra torpeza y a veces incapacidad de sentir. Elisa sin embargo, con su sencillez, fragilidad y con aquella carencia (…), nos enseña una máxima muy simple: ¿Es posible amar sin estar con-sientes de nosotros y del otro, es decir, sin sentir?

La forma del agua es la forma de cómo la comunicación es la base del amor. De cómo los sentidos, la intuición y la abstracción de aquello que exigimos o damos por hecho es la forma de amar. Quien no crea en seres fantásticos tal vez pueda reevaluar sus certezas. A veces los monstruos del abismo somos nosotros. Aunque, si decidimos emerger y exponernos, puede que ya muchos de nuestros amores, dejen de ser imposibles.

Ximena Burgos Sánchez.-

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